martes, 10 de junio de 2008

La eterna metamorfosis de lo inmutable

Me encuentro recluido en mí. Ese brillante e impuro oro que soy entra en caos. Todo afuera está preparado para ello, el aire alimenta al fuego en el horno que hace hervir al agua para regar la tierra ahora yerma; hoy es la noche donde aparecen los siete planetas conocidos.

Sol y luna alumbran la unión del alma y el espíritu de dos gamuzas en un risco, a la vera de un río donde corre un fluido homogéneo de azufre y mercurio que fecunda la tierra. En el llano, un león camina hacia el lobo para ser devorado por este; después de múltiples dentelladas el lobo y el león se disuelven juntos para lograr la purificación del león.

Un pájaro no deja de volar arriba del sitio donde me encuentro, él está al pendiente de todo lo que sucede. Mientras tanto, mi cuerpo, mi mente y mi alma libres se degradan, sin prisa, pausadamente, así es como voy llegando a este proceso de putrefacción, de corrupción. Todos mis elementos se disocian; mi alma abandona al cuerpo. Será que nunca he sido un hombre de mucha fe por eso me desapego de ella sin remordimiento. Suelto una sonrisa irónica para mí.

Después de perder el alma, la esperanza regresa junto con el espíritu vivo de Mercurio que viene únicamente a purificarme. Me enseña que mi putrefacción sólo abre el camino a la unión para fecundar, para que el cuerpo se repliegue en sí mismo, para que comience el cambio. Toma un sapo negro en una mano y le da un baño de azogue para transformarlo en blanco, lo deja en el piso. Mercurio se va.

La temperatura en el ambiente sube de manera inconmensurable y siento que me precipito en repetidas ocasiones en forma de rocío. El peso ígneo de mis emociones y recuerdos se manifiesta físicamente para luego desdoblarse y caer al fondo de este contenedor formando nubes terrosas que me regresan el alma. A mi lado veo un pelícano que se atraviesa el pecho con el pico y hace brotar su sangre para resucitar a sus hijos color metal. La obra se consuma ahora que todos los elementos se han reunido. Mi alma transpira hasta evaporarse y todo regresa a su lugar.

Después de tanto martirio y sufrimiento heme aquí resucitado. El alma y el espíritu han regresado a mi cuerpo, he transmutado en esta gran obra.

1 comentario:

El Rufián Melancólico dijo...

Saludos saludos, don Rafa... y bueno, no esperaba encontrar de primer post esta presentación tan alquímica de la corrupción y la resurrección, está buena, anuncia "gran obra" como dices hacia el final. Pues por acá nos estamos leyendo. Y en otros lares nos bebemos, también. Hasta la que sigue.