La marcha Anti-EPN, crítica
de la desgracia nacional y del obscuro personaje priísta, fue una mezcla de
procesión y de carnaval: el sacrificio, lo festivo, la muerte, la vida y una
posibilidad real de cambiar al país estuvieron presentes.
Marchar acompañado por más
de 100,000 ciudadanos conscientes, en su mayoría jóvenes, fue revitalizante. La
energía y actitud de la gente fue empática, lúdica e ingeniosa; conciliados los
complejos de clases, las pugnas inter universitarias y demás barreras mentales
todos fuimos con un mismo fin: no permitir la destrucción de México a manos del
PRI y de Enrique Peña Nieto.
Fin que pone una brújula
para dirigir la acción; para, de manera conjunta, movilizar conciencias y para
que cada quien, codo a codo con los otros, restaure la grandeza de este México.
Más tarde, sentado en la
plancha del Zócalo, rodeado por más de 10,000 personas (integrantes del
movimiento #YoSoy132, adultos mayores, niños, familias, parejas), vivimos otra
gran muestra de cohesión social a partir de lo político: nos reunimos a ver el
debate de los candidatos a la
Presidencia.
Todos y cada uno de los ahí
presentes tomamos la Plaza Pública
para informarnos, para darnos cuenta del poder que tenemos unidos y para responsabilizarnos
de nosotros y de los demás. Al estar todos juntos la sensación que vivimos fue de seguridad,
libertad y respeto.
En la Primavera Mexicana se echó a andar la consciencia de la nación; por fin el devenir promete.
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