Eri aparece, después de estar dormida en la cama de su habitación, del otro lado de la pantalla de un televisor viejo que no está conectado a la electricidad. Un hombre que antes se encontraba detrás de la pantalla sentado y observando fijamente, ya no está.
Por el estilo con el que está escrito el libro, es una gran compañía en el Metro; casi nada te distrae de su lectura. Ahora lo llevo conmigo a cruzar casi toda la ciudad. Me subo al vagón del Metro y está lleno -es hora pico-. En el mínimo espacio vital que me queda intento abrir el libro en la página 133. Los empellones naturales en este transporte imposibilitan mi lectura. Cierro el libro y lo sujeto con una mano.
El tiempo transcurre y no sucede nada. Eri se encuentra inmóvil, no hace ni el más mínimo movimiento. Una intuición indica que allí hay algo vivo que se oculta. El siguiente paso es observar para detectar que aparece.
Entro al baño y conmigo va el libro. Me siento en el escusado y abro el libro en la página 133. Quito el separador e inició la lectura que en breve es suspendida por un retortijón en los intestinos. Cierro el libro y me avocó a desentrañarme…
Hay un leve movimiento en las comisuras de los labios de Eri. No se puede estar del todo seguro de ello después de estar observando tan fijamente lo que pasa en el monitor. Puede que también sea una alucinación.
Me siento en las bancas nuevas de metal que están en el jardín de la Biblioteca Central de la UNAM. El clima es bondadoso: poco calor y algo nublado. No muchas personas por ahí; enfrente de mí una chica estudiando. Todo el panorama es afable. Abro el libro en la página 133 y comienzo a leer. A la tercera línea suena mi teléfono celular, me llaman para invitarme a comer. Cierro el libro y me dirijo al punto de encuentro.
Se contiene el aliento mientras más cerca se está de la boca de Eri, siempre a la espera de que suceda algo de nuevo. Ocurre un temblor de labios, no es un efecto del cansancio lo que había sucedido anteriormente. Algo sucede con su cuerpo.
Me convenzo de que algo extraño está sucediendo. Pienso que hay algo que no me permite continuar mi lectura y que “eso” se ha afanado en ello. Al tiempo todo se enrarece en mi habitación, se vuelve espeso el ambiente. Apago la televisión pero no la desconecto; lo prefiero así porque uno nunca sabe. Dejo las luces encendidas y contraviniendo los mensajes anteriores comienzo la lectura en la página 133 del libro. Leo y no me queda claro que sucede; regreso al inició de la pagina en un par de ocasiones. Pareciera que existe una fuerza que no me permite avanzar con la lectura. En esta tercera ocasión -ya con miedo- estoy casi seguro que me encuentro frente a un suceso metafísico que se interpone en mi camino. Respiro y me enfoco a hilar cada palabra para no perder entendimiento de lo que está escrito. Avanzo lentamente por las líneas y por fin llego al tercer y último párrafo de la página; ahora le doy vuelta a la hoja. Súbitamente a partir de la página 134 la lectura se torna fácil y fluye. El ambiente se aligera y en poco tiempo termino el capítulo que está marcado que sucede a las 3:25 de la madrugada.
Eri empieza a mover más partes del cuerpo, tarda en despertarse. Ella se levanta y momentáneamente no se da cuenta de su nueva condición. Intenta pararse pero le cuesta trabajo, ve que no es su habitación y de inmediato busca una salida que no existe. Golpea un muro, grita y nada ni nadie le responden. En el piso encuentra un lápiz plateado rotulado con el nombre de una empresa…
2 comentarios:
Uno no entiende las cosas sino hasta que las entiende.
¡¡Hola!! perdona que no haya tenido tiempo de leerte, llego de vacaciones y sólo quería darte un abrazo, así que ¡¡¡UN ABRAZO!!!.
Estoy como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas, me encanta ese peli.
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