miércoles, 7 de enero de 2009

Los Detectives Salvajes

Estaba un día domingo a las 6 de la tarde rascándome las pelotas cuando sonó el teléfono. Era mi amigo Ulises Lima. La llamada en cuestión ofrecía, además de los saludos y felicitaciones correspondientes por las fiestas, una misión inesperada de investigación. Con un poco de extrañeza pero sin mayor sobresalto pregunté de qué se trataba.

- Necesito que me acompañes para que vayamos a espiar a mi ex esposa. Después de años de haberse apropiado de mi departamento, ahora el juicio salió a mi favor y mañana será desalojada. Mi abogada pidió que me cerciorara de que ella estuviera en el depto y así poder ejecutar con todas las de la ley, por fin, su partida… de madre.

Sin averiguar más allá de eso, acepté gustoso. La invitación rompía con mi lasitud y me daba, cuando menos, un par de horas para conversar con el amigo que tenía algunos meses de no ver.

-Paso por ti a las 9 de la noche.

-Ok, acá te espero.


Ulises Lima llega a mi casa poco después de las 9, me pide que cambiemos de auto, que llevemos el mío.

-García Madero creo que es conveniente que vayamos en tu auto. El mío ya lo conoce bien y prefiero ser lo más discreto posible para no llamar su atención y ponerla sobre aviso.

Sin hacer mayor aspaviento realizamos el cambio de vehículos y arrancamos. Nos dirigíamos al sur de la ciudad por Avenida Cuauhtémoc, cruzamos por la temible Colonia Doctores y llegamos a la Calzada de Tlalpan; una vez ahí nos fuimos despacio respondiendo al morbo y a las leyes de probabilidad. Debatíamos si las prostitutas con mejor cuerpo eran hombres o mujeres. Consensuamos: estaban demasiado buenas para ser mujeres. Después del consenso en abrumadora mayoría, congratulados por el resultado, seguimos nuestro camino.


Antes de llegar al eje 5 hicimos un par de suertes que nos llevaron a cruzar Tlalpan y a entrar en una colonia antes de la que íbamos. Al poco tiempo ya estábamos en frente del edificio que espiaríamos. No vimos nada importante así es que decidimos ir a espaldas de la manzana para ver si las habitaciones tenían luz. Todo estaba apagado.

-García Madero, vamos a estacionar el auto más adelante de aquí.

-Esa esquina me gusta para dejar la nave. ¿Cómo ves?

-Va, en corto.

Nos bajamos del auto y regresamos de nuevo a la calle donde se veía la parte posterior del edificio. Ahora vimos una luz tenue encendida.

-Ahí está la méndiga vieja. Esa luz es la del baño.

-Ahh…

-Vamos por unos cafés al Oxxo y después regresamos para ver que más hace.

-Órale Ulises.

Ni pedo, me mentalicé para la labor de detective de película gringa ochentera de bajo presupuesto: registrar en la libreta de taquigrafía todos los movimientos de la arpía que vigilábamos. De camino al Oxxo pasamos por un tendejón lúgubre en una esquina alumbrado por un foco cochambroso de 40 watts.

-García Madero ¿…y si de una vez compramos aquí?

-Nel Ulises, comúnmente apoyo a los microempresarios pero en este lugar tenebroso se siente el lado obscuro de la fuerza. De seguro aquí viene por sus monchis tu ex mujer.

- Me cae que sí, mejor vamos a consumir en la sucursal del emporio despiadado, monopólico y esclavista, pero que tiene un chingo de luz en su local y con ello oculta sus truculencias…

-No sea mamón y sigamos.


Ya en el Oxxo, después de elegir un par de Mamuts, la duda era si el capuchino de maquinita lo pedíamos con moka o con rompope.

-Pues rompope… ¿o qué?

-Sí, es sabor nuevo. Apachurra el botón una sola vez.

-¿Por qué?

-Yo qué sé, ahí dice.

Pagamos y salimos del local diciendo nuestras perras payasadas con los cafés en las manos y rumbo a nuestro puesto de vigilancia. Regresamos por el mismo camino que fuimos y volvimos a pasar por el mismo tendejón.

-García Madero vámonos, ahí está mi ex mujer, en la tienda. Es la gorda malencarada con la chamarra abierta.

-Entonces pícale guey.

Cruzamos la calle rápido y sin voltear. Nos detuvimos a la media cuadra y de manera muy discreta pretendí atarme las agujetas de los zapatos para poder voltear a la tienda.

-¿Nos vio Ulises?

-No lo sé, ella estaba pendejeando.

-Uta, toma mi chamarra y mi café, me regreso por la otra acera para ver qué cara tiene.

-Va.


Me crucé la calle y caminé como 30 metros adelante del tendejón. No tardó en salir la mujer y subirse a una camioneta 4x4 que estaba estacionada justo en frente. No vi mayor reacción de desconcierto en ella y una vez que arrancó yo regresé con Ulises al mismo lugar de la cuadra anterior.

-No la noté rara sólo se subió a la camioneta y se fue, a lo mejor no nos vio.

-Esa camioneta no es de ella, es de su hermana.


Ulises me estaba entregando la chamarra y el café, cuando la camioneta pasó muy rápido por donde estábamos.

-Creo que sí nos vieron García Madero, vamos a ver si se meten al edificio.

-En friega Ulises, sígueme deteniendo el café.


Iba un poco más adelante que Ulises y vemos venir la camioneta en sentido contrario hacia nosotros.

-Quédate detrás del árbol Ulises, yo me sigo de largo como si nada.

Entonces la camioneta se echó en reversa y yo me dí vuelta a la derecha en la primer esquina justo donde está la entrada del edificio. La camioneta se vuelve a meter en sentido contrario por la calle y un vehículo que iba en su sentido detuvo por unos momentos su trayectoria. La camioneta me dio alcance y yo seguía caminando como si nada en la vida, me estaba pastoreando, escuchaba el motor en la nuca y sentía su presencia muy cercana a mí. Saco mi teléfono celular y le llamo a Ulises.

-Tu pinche vieja me viene siguiendo.

-No es mi vieja.

-Tu pinche ex vieja me viene siguiendo, voy a cruzar el eje. Luego te llamo.

Vi el puente peatonal sobre el eje y lo subí caminando. Volteé hacia atrás y la camioneta parada en la esquina de la calle estaba vigilándome.

-Esta cabrona loca me está cazando.

Bajé las escaleras y eché una mirada de nuevo. La camioneta seguía sin moverse. Llegué a la primera esquina y me eché a correr hecho la madre y, de ser un detective barato con una vida triste y sórdida, me transformé en Jason Bourne y su trilogía o al menos en Franka Potente en Corre, Lola, Corre.

-Chale, y yo sólo venía a hablar por teléfono… ah no, a conversar con mi amigo.


Llegué a la primer esquina y crucé en diagonal. De filo alcancé a ver las luces de la camioneta; la velocidad y la forma de manejar se volvieron violentas, mientras tanto hice otro corte para escapar y entrar en otra calle. La paranoia no se dejó esperar, si veía una luz que se me acercara, de inmediato echaba a correr. Eran ya pasadas las once de la noche, no había gente ni vehículos circulando en esas calles que desconocía, todos los comercios ya habían cerrado. Corriendo trataba de adivinar rutas de salida y los siguientes movimientos de la psicópata que me venadeaba. El corazón que se me quería salir por la boca y las piernas adoloridas por el esfuerzo empezaban a mermar mis capacidades para huir. De pronto escuchaba la camioneta y la veía pasar dos calles delante de donde me encontraba. Me sentí cercado y de estar paranoide ahora transitaba por la psicosis. Suena mi celular, era Ulises.

-No mames wey, la psicópata me está cazando en la colonia de al lado y valiéndole madre se mete por cualquier calle lleve sentido o no.

-Ya me estoy asustando.

-Ahh poco sí…, ¿creerás que yo no? La puta adrenalina no me lo permite. Lo bueno es que ya no la veo.

-Corre a Tlalpan wey, ahí la loca no se puede meter en sentido contrario. Te espero en la entrada del metro.


Después de dar varias vueltas y correr en zigzag llegué a la misma calle por donde había entrado a esa colonia, a lo lejos vi el puente peatonal y me dirigí a él. A mis espaldas sale una patrulla con las luces apagadas.

-Nada más me hace falta que esta puta vieja me haya inventado una denuncia y los tiras me vayan a levantar.

Seguí caminando como si mi equilibrio físico, mental y emocional estuvieran imperturbables y subí de nuevo por el puente, la patrulla se siguió.

Ya abajo, de nuevo en sus territorios, hice el efecto ranversé a tres bandas para salir directo a la Calzada de Tlalpan. Ahí me encontré de nuevo con Ulises que tenía una cara de angustia el hombre.

-Pinche Ulises, tu ex gorilita se me acercó como a media cuadra de distancia, pero yo -abusando de mi inteligencia- hice lo necesario para evitar que me diera alcance. La verdad es que sí sentí la voladora cerquita, cerquita.

-Ya estaba muy preocupado, te llamaba y no me contestabas. Pensé: de seguro ya se lo achicalaron.

-Casi. El celular ni lo oí, estaba más preocupado por la supervivencia, tú disculparás.


Nos quedamos comentando los detalles del suceso sentados en las escaleras de entrada del metro. Me dijo que, poco antes de que llegara al punto de encuentro, a lo lejos había visto a su ex y a su hermana afuera del edificio viendo para ambos lados como buscando.

-De seguro la hermana estaba arriba de la camioneta y fue la que se dio cuenta del movimiento cuando pasamos delante del tendejón.

-Si pendejas no son, sólo muy ojetas.

Esperamos a que mi ritmo cardiaco regresara a la normalidad para ir por mi auto. Todavía dimos una vuelta más por detrás del edificio y las luces de las recámaras estaban encendidas.


Lo que sucedió el día siguiente a las 7 de la mañana fue menos espectacular de lo que esperábamos. No estaba en el departamento. Veinte cargadores, actuario, abogada, policías judiciales y Ulises Lima se quedaron esperando acción. Una camioneta con unos esbirros que envió su ex mujer, daban vueltas por la manzana. Subieron al departamento Ulises, el actuario y la abogada, miraron a través de las ventanas y dentro del departamento estaba vacío. Un vecino corroboró que la ex mujer ya había sacado sus cosas. La abogada cayó en cuenta de que la mujer había dado dinero para que le dieran la fecha de su desalojo y se mudó lo antes posible. Al parecer sólo dejó un sostén tirado en el suelo de la estancia, cosa de muy mal gusto o alguna brujería para seguir jodiendo a Ulises Lima. Se procederá en ausencia y el departamento volverá a manos de su legítimo dueño.


Así se cierra un caso más en la corrupta Ciudad de México, donde las buenas personas que sufren atropellos en ocasiones salen avantes de éstos, no sin llevarse unos buenos rasguños.



Epílogo


Después del susto, el dolor de pies, la adrenalina y el estrés, me queda claro que no es conveniente casarse con una mujer que se vea y se comporte más varonil que yo.



Nota aclaratoria.

Los personajes y la historia aquí narrada son reales. Solamente fueron cambiados sus nombres para que la psicópata ex esposa no vaya a tomar represalias en contra de uno o ambos de estos valientes paladines de la justicia.

2 comentarios:

Eric Uribares dijo...

El post lo hubiese publicado qyer mi esstimado¡¡¡ le falló por un día¡¡¡

el 6 de enero es el cumpleaños de García Madero


abrazos de principio de año¡¡¡


pd. El estilo me gusta, es lo que hago yo en mi narrativa, personajes de la realidad metidos en una ficción "anormal" para el personaje en cuestión.

Anónimo dijo...

Le va mejor este humor desenfadado que el barroco americano (eso déjeselo a Carpentier, y a veces ni a él le resultaba).
Bueno, la cosa es que me gustó el post. ¡Mucho, Don Teofilito!¡Surja!