jueves, 12 de junio de 2008

Amsterdam

Las luces rojas engalanan la entrada de la ciudad, gran bienvenida de intenso calor humano. Los holandeses claros y directos, hermosos y vivos. Una ciudad de ires y venires que invita a quedarse en ella. La gran salida y entrada a y de Europa, tiendas por doquier, olor a mota que aletarga al frío. Muchas mujeres de ojos hermosos en falda luciendo impresionantes piernas sin importar el frío, que loca y agradable visión.

Copenhague

Acabo de regresar de Malmö, una pequeña ciudad sueca, pintoresca, con todas las ventajas del superdesarrollo, linda para pasear. Los escandinavos son impresionantes, para ir de Malmö a Copenhague crucé el mar por tren, 8 Km. de vías y carreteras sobre el Báltico.

Lo primero que hice en Copenhague fue visitar a La Sirenita que espera a la orilla del mar. Caminé por los pasos y por algunos de los sueños de Hans Christian Andersen. El frío ha sido bondadoso, de hecho hasta calor se sentía a los 6 grados centígrados. La ciudad está dotada por una gran infraestructura y una calidad de servicios impresionante. Los daneses son amables pero se ven apagados; hay una constante llovizna que enfría aún más el ambiente.


Madrid

Llegué a Madrid después de un largo trayecto en un tren guajolotero que partió de Irún y que hizo parada en cuanta estación se topó en el camino. Pablo me esperaba en la Plaza de España donde miles de estudiantes Universitarios se manifestaban en contra de una reforma de Aznar en pos de privatizar la educación (esto sucedió no mucho tiempo después de la huelga de la UNAM) y como buen mexicano solidario a las causas nobles llegué a mentarle la madre a la máxima autoridad del país porque el protocolo así lo obliga. De ahí fuimos a comer tapas de pulpo y boquerón y a tomar unas cañas en el Pote Gallego, lugar situado en la misma cuadra del piso de mi amigo; concretado el asuntó me enfilé solo al estadio Santiago Beranabeu a ver al Real Madrid jugar (he de confesar que mi equipo es el Barcelona, Força Barça). Mi sorpresa fue tal (a pesar de estar en España e ir a un estadio) al ver que han podido educar en algo a su gente. Esta llega 15 minutos antes del partido ya que los asientos están numerados y hacen un pre-copeo en los bares del rededor pues no venden bebidas embriagantes adentro, situación que no impide que se genere un gran ambiente en el estadio. De regreso con Pablo bajamos a la plaza de enfrente de su edificio para iniciar el tradicional “botellón”, que no es otra cosa mas que juntarse en grupos para beber en la vía pública. A las 2 de la mañana ya entonandos fuimos a una discoteca llamada Copelia y nos quedamos ahí hasta que se cerraron, después nos movimos un after cerca de la Gran Vía donde privaba el aroma a hachís, la luz tenue y un ambiente sórdido, donde la mayor parte de la gente ya traía unas dosis de más de lo que fuera. Lo único malviajante de este primer día en Madrid fue salir del after al mediodía del domingo con el sol cayendo a plomo.

París

Vivo enamorado de la historia de amor que es París, de la posibilidad del encuentro sorpresivo en algún puente con la Maga que hay para mí.

Hoy continúo el viaje y parto de aquí, me llevo un par de botas gastadas por el incansable transitar en las Rues, el recuerdo de la cultura del mundo aglomerada en un palacio, sus techos vistos desde todas las alturas y la curvatura de sus calles, el altivo caminar de las mujeres parisinas enfundadas en abrigos negros, el olor de sus entrañas vencidas y descompuestas y el color verdoso de su máxima arteria yugular: el Sena.

Me llevo eso y más, pero todavía no se cuánto y qué dejo.

Londres

Hoy en la noche nos evacuaron de emergencia del metro, estábamos en la estación Oxford Circus cuando avisaron a toda la gente que tenía que salir de allí sin dar razón alguna. La gente salió caminando como de primer mundo…, iban muy tranquilos por las escaleras eléctricas, sin correr ni empujarse. No sé que me sorprendió más: el conato de atentado o la civilidad londinense. Ya en la avenida Oxford, esperando a los camioncitos rojos de dos pisos, me dije: “el metro siempre es un lugar pinche para morir, independientemente que a este le digan Underground, Tube o Subway no deja de ser un pinche metro.

miércoles, 11 de junio de 2008

Ultraman o mi excesiva tolerancia a la diversidad

La tolerancia, tema en boga y manoseado cual Fichera del Dos Naciones, nos remite a ese deber ser con “el otro”. Esta moda buena ondita trasluce un dejo de racismo y arrogancia, políticamente correctos, que se han convertido en un valor.

Trato este tema debido a que la tolerancia trasgredió y corrompió el último valor que yo creía sin mácula en mi haber, el último reducto de pureza: el estético.

Todo comienza con unas fraternas cervezas en algún lugar donde abunda gente desconocida. Va aumentando la ingesta y los prejuicios disminuyen, el intelecto y el cuerpo se sueltan. Todo pareciera bien hasta ahí, sin embargo, cito de manera literal al conserje del edificio de Charles cuando lo ve llegar caminando con Jorge y en las manos llevan bolsas con caguamas a minutos de fenecer: “Les va a hacer daño jóvenes”. En efecto cual sibila u oráculo griego presagia asertivo la conclusión de la historia.

Permeado por los mensajes gubernamentales de tolerancia y con mi inconsciente cachondeado por el alcohol, se detona una paradoja: Bebo y tolero, pero entre más bebo, tolero menos lo que bebo. No hay equilibrio en ello y siempre se queda insatisfecho por algún motivo.

Ya entrados en tragos me vuelvo tolerante a vincularme con mujeres de más de 25 que buscan novio, con mujeres divorciadas que tienen hijas adolescentes, con adolescentes que viven con sus madres divorciadas, con mujeres casadas, insatisfechas, que mantienen al marido y que no lo sueltan porque “con qué ejemplo van a crecer sus hijos”, con mujeres que te vampirean la energía hasta la médula, con mujeres con una inteligencia menor al promedio, con mujeres frívolas bien documentadas en el “Quién”, con mujeres bien vestidas que buscan desestresarse, con mujeres arpías chupasangre en busca de casarse, con mujeres locas que por eso se vuelven seductoras y con mujeres depresivas, cliché de todos esos grandes momentos de la literatura y de esas grandes náuseas de esta realidad.

Sigo tomando y todavía me vuelvo más tolerante, y no sólo eso, me acerco a las mujeres con la sonrisa encantadora y la mirada vidriosa por ello brillante en apariencia. Elocuente en la charla, al fin consigo iniciar el coqueteo. Continúo con el soliloquio (que me interesa más a mí algunas veces) y con la bebida y con la tolerancia y de pronto todo muta y todo es bueno y me permito alguna libertad o audacia que ya para ese estado son artes mayores.

El tema hasta aquí ya no son las características antes mencionadas, que en sobriedad la mayoría de esas mujeres no serían blanco de mis afectos, pero que el discurso de la tolerancia amarinado con cerveza da por resultado un estadio generoso para compartir besos con algunas o con todas ellas. La cuestión y donde estriba el problema es que, además de los perfiles mencionados, el canon occidental no las consideraría para integrar eso que llaman: “lo bello” y sin importarme eso yo de manera tolerante las beso con igualdad, justicia y equidad, porque es lo que debe de ser, aunque ello conlleve a replantearme desde qué punto voy retomar el valor estético que a mi parecer he devaluado.

Aclaro que no es una reflexión culpígena, simplemente quiero anotar como el discurso oficial puede llegar a trastocar nuestras más firmes creencias y volvernos permisibles a lo que él impone.

P.D. Ahora sé porque cierro los ojos al besar: por si acaso…

P.D.2 Ultraman es famoso por echarse a cada monstruo…

P.D.3 El Dos Naciones es una cantina muy recomendable en la calle de Bolívar en el Centro Histórico de la Ciudad de México donde, en efecto, hay Ficheras para bailar y arrimarse sus partes con ellas y acercar las manos, también, a sus partes por una módica cantidad.

martes, 10 de junio de 2008

La eterna metamorfosis de lo inmutable

Me encuentro recluido en mí. Ese brillante e impuro oro que soy entra en caos. Todo afuera está preparado para ello, el aire alimenta al fuego en el horno que hace hervir al agua para regar la tierra ahora yerma; hoy es la noche donde aparecen los siete planetas conocidos.

Sol y luna alumbran la unión del alma y el espíritu de dos gamuzas en un risco, a la vera de un río donde corre un fluido homogéneo de azufre y mercurio que fecunda la tierra. En el llano, un león camina hacia el lobo para ser devorado por este; después de múltiples dentelladas el lobo y el león se disuelven juntos para lograr la purificación del león.

Un pájaro no deja de volar arriba del sitio donde me encuentro, él está al pendiente de todo lo que sucede. Mientras tanto, mi cuerpo, mi mente y mi alma libres se degradan, sin prisa, pausadamente, así es como voy llegando a este proceso de putrefacción, de corrupción. Todos mis elementos se disocian; mi alma abandona al cuerpo. Será que nunca he sido un hombre de mucha fe por eso me desapego de ella sin remordimiento. Suelto una sonrisa irónica para mí.

Después de perder el alma, la esperanza regresa junto con el espíritu vivo de Mercurio que viene únicamente a purificarme. Me enseña que mi putrefacción sólo abre el camino a la unión para fecundar, para que el cuerpo se repliegue en sí mismo, para que comience el cambio. Toma un sapo negro en una mano y le da un baño de azogue para transformarlo en blanco, lo deja en el piso. Mercurio se va.

La temperatura en el ambiente sube de manera inconmensurable y siento que me precipito en repetidas ocasiones en forma de rocío. El peso ígneo de mis emociones y recuerdos se manifiesta físicamente para luego desdoblarse y caer al fondo de este contenedor formando nubes terrosas que me regresan el alma. A mi lado veo un pelícano que se atraviesa el pecho con el pico y hace brotar su sangre para resucitar a sus hijos color metal. La obra se consuma ahora que todos los elementos se han reunido. Mi alma transpira hasta evaporarse y todo regresa a su lugar.

Después de tanto martirio y sufrimiento heme aquí resucitado. El alma y el espíritu han regresado a mi cuerpo, he transmutado en esta gran obra.